Curso 2016-2017 «La Celebración»

Objetivo Pastoral: “LA CELEBRACIÓN”

Jesucristo es el gesto visible, sacramento, de la entrega del Misterio del Amor. En la Liturgia se hace acontecimiento perpetuamente presente y anticipo del futuro.

¡Por Cristo, con Él y en Él!

Este gesto del Señor ha pasado a nuestras manos para que nosotros lo acojamos, lo entreguemos y nos entreguemos. Que en nuestras celebraciones desemboquen los dolores, gritos, sufrimientos, gozos y esperanzas de nuestra tierra y  de la humanidad. ¡Para alabanza de su Gloria!


Lema Pastoral:

Acoger al Señor  y su Amor que se nos da en su “mesa” y en los sacramentos.

La Iglesia del Señor, que camina en Ciudad Rodrigo, no tiene otro camino que el de su Señor: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí” (Jn 4,5).

Para adentrarnos en la propuesta pastoral de “La Celebración” cristiana, vamos a aproximarnos contemplando  al Señor en la Última Cena:

Nos asombra, como a los testigos de la primera hora, pero es una realidad: El Señor para darse a los suyos en su amor desmedido toma el signo de la cena. Él preside  y los hermanos alrededor de la mesa. Él sirve como una madre que sirve a los suyos. La mesa es la mesa del Señor (1Cor 10,21a), la cena es “la Cena del Señor” (1Cor 11,20) y la copa es “la copa del Señor”(1Cor 10,21c).

Pensábamos que era nuestra mesa, pero ahora comprendemos que es la Mesa del Señor. Él la preside, resucitado y glorioso, llevando las marcas de la cruz; son las marcas de su entrega última y desmedida. En el pan y en la copa nos da todo su ser, toda su vida, su aliento. El pan y la copa ya son más que pan y vino, es Él en su Espíritu. En la cena nos da su Espíritu, nos da su amor total y por entero.

En las comunidades de nuestra tierra, a veces  a tientas, buscamos saborear el misterio de su presencia y de su amor. Cada domingo, un grupo de hermanos y hermanas, en estas tierras del oeste salmantino, nos reconocemos hijos y hermanos y llamados a sentarnos a la mesa del Señor; y es ahí donde, de manera sorprendente y admirable, en la sencillez de un templo y en la simplicidad de un rito y unos símbolos, nos encontramos con el Amor más pleno del Señor. Y es entonces, al ver el amor que Dios Padre nos da por su Hijo, cuando  la comunidad de hijos y hermanos clamamos“Abba”…  “venga tu Reino”… y continuamos“hágase tu voluntad” (Mt 6,9-10).

Esa pequeña o más numerosa fraternidad siente, agradecida y gozosa, el misterio del amor regalado y grita: “Este es el misterio de nuestra fe”. En torno a la mesa del Señor la comunidad, envuelta en la misma alegría de la Pascua, percibe que todavía hay sitiospor llenar, hay hermanos fuera que no han entrado ose han perdido, hay hijos del Padre que sufren desamor, explotación y opresión. Por eso,  la comunidad suplica: “Venga tu reino”. Una vez terminada la cena, alcanzados por el amor del Señor, la comunidad reunida acoge el envío y se dispone, como su Señor, también a la entrega, pisando la tierra y  atravesando la historia, para hacer  que la Mesa del Señor, que es anticipo del Reino,  alcance a toda la humanidad y llegue a todos los rincones de este mundo·.

1.- La celebración cristiana es alimento y empuje para la comunidad y para una humanidad no “feliz” y herida

Algún autor llama a nuestra época: “La era del vacío”. Nuestra sociedad está clamando por “la personalización” porque nos ahoga la “globalidad impersonal”. Esta sociedad promueve un individualismo radical, diluye los valores religiosos, impone una vida marcada por el narcisismo que la vida económica alimenta con la publicidad. Son reflejo de ello: el cine, el teatro, la novela, y los medios de comunicación; y también la política, a veces,  lo impone.

Vivir sin un ideal, sin apertura a la trascendencia, no tener otro fin que lo que aquí se alcance, se va convirtiendo y asentándose como el modo de vida. La gente parece no tener otro horizonte que el preocuparse por lo inmediato, por resolver los problemas de cada día lo mejor que se pueda y sin dramatizar, pero no es “feliz”. Este modelo y este estilo de vivir dejan una humanidad “herida” o frustrada.

La necesidad de dar sentido a la vida, aunque lo ignoremos, siempre está ahí. Y esa necesidad de sentido puede ser una puerta que permita la entrada a la fe y a la trascendencia. En esta hora, como nos recordó Juan Pablo II,el camino de la Iglesia es la existencia humana, es el hombre. Y el Evangelio está llamado a alcanzar la experiencia humana más profunda, si no es así, la fe no interesa a nadie.

Si nos detenemos a conocer la vida, vivida de espaldas o abierta a la fe, podemos señalar lo siguiente: Hay personas que desean liberarse de la Iglesia porque para ellos no es más que una institución  llena de normas opresivas para su vida, de las que hay que desprenderse. Otras, desde hace años, no tienen familiaridad ninguna con la fe. Hay padres, que en el terreno de la fe, apuestan por dejar “libres a sus hijos hasta la mayoría de edad”. Hay jóvenes, sin crisis aparentes,que han dejado  la fe y se mueven por los valores que la sociedad les brinda; y  ni se plantean la cuestión del sentido de la vida o la trascendencia; la vida para ellos se circunscribe a preocuparse por el trabajo, la familia, los amigos, el ocio y sus compromisos humanitarios ante el sufrimiento de la humanidad. Algunos se acercan a los nuevos movimientos religiosos o a sectas.

También nos encontramos que en la vida de nuestra Iglesia Diocesana hay cristianos convencidos, “cristianos de toda la vida”, pero que necesitan aclarar y asumir el sentido de su fe y su contenido y  hacer un itinerario creyente, como un nuevo catecumenado, para alcanzar una fe más lúcida y serena, que les sirva para vivir la aventura de su vida y mejorar este mundo. También nos parece reconocer que algunos de nuestros cristianos han preferido  tomar otra senda: se han quedado encerrados, anclados o reviviendo nostálgicamente tiempos pasados y,  dan la impresión,  que tienen gran interés en ganar espacios más “hacia dentro” que hacia fuera de la Iglesia. También nuestra Iglesia cuenta, aunque sean minorías, con cristianos a quienes les importa la calidad y generosidad de su entrega y se ponen en la actitud de volver a empezar para dejar a un lado la incertidumbre y la mediocridad; y reavivar la celebración litúrgica junto con el camino de la fe personal y el compromiso en la historia, sostenidos por una comunidad cristiana.

Esta sencilla mirada a la realidad, que no tiene pretensiones de análisis exhaustivo,  nos lleva a preguntarnos   el por qué y el para qué de centrar nuestros esfuerzos pastorales y misioneros en  “La Celebración”. La finalidad del objetivo pastoral de este año quiere mirar hacia dentro de las comunidades cristianas para reavivar y enriquecer su vida creyente; hacia dentro, pretendemos, con la luz y la ayuda  del Espíritu, que las celebraciones litúrgicas, sobre todo la eucaristía dominical y los sacramentos,sean alimento y empuje.

Y hacia fuera, el objetivo pastoral quiere también, desde la mirada de los que están o se sitúan fuera, ser una llamada urgente a cuidar con tesón, con unsentido deacogida de brazos abiertos y de ambiente  fraterno y de fiesta, la práctica de las celebraciones de tal manera que, para las personas distantes o alejadas, la celebración tenga valor, merezca la pena, sea misionera; y reflejela significatividad que tuvo “el testimonio” en los primeros siglos de la Iglesia; es decir ¡¡que la celebración sea “contagiosa”!!

Siguiendo con el propósito del objetivo pastoral de este año, que la celebración  sea alimento y empuje y “contagiosa”, es  momento de hacer dos subrayados:Por un lado, a importancia de la comunidad cristiana y, por otro, la participación personal y familiar en la celebración litúrgica.

La importancia de la comunidad cristiana: Lo que se refiere al culto cristiano, se refiere a la comunidad. Hablar de comunidad  reclama hablar de comunión ya que la comunidad cristiana se gesta en la comunión. La comunión de la vida comunitaria es un don del Padre, por medio de Cristo, en el Espíritu Santo. Esta afirmación no pretende olvidar que, al mismo tiempo que la comunidad es un don, también es tarea de sus miembros.Y porque la celebración cristiana nunca  ha de ser ajena a la vida, tiene que ver con todos los aspectos de la vida,  la comunidad está llamada a abarcar  toda la vida. Esta cualidad de la vida entera hecha comunión, ha de cuidarse y mimar, para que sea ella, más que los libros y rituales litúrgicos la que nos ayude a evitar tanto la improvisación como el poderoso escollo del ritualismo. Por tanto, hay que destacar la importancia de la comunidad que celebra para que en sus ritos, palabras y gestos resulte una experiencia que abarque la vida entera y sea festiva y generadora de vida nueva.

Un segundo aspecto: “No faltemos  a las asambleas, como suelen hacer algunos, sino animémonos…”(Heb 10,25).La participación personal y familiar en la celebración litúrgica es y está llamada a ser, una confesión pública de la fe. En este ambiente de frialdad o lejanía de la fe, la celebración litúrgica se sitúa como una confesión pública. La celebración litúrgica no sólo tiene como finalidad  enseñar la fe, no es sólo un acto didáctico de la fe; sí  una manifestación profética de la fe;es una voz y una mano que señalan el paso de Dios y su presencia salvadora (cf. Jn 1,29-34). Participar en la liturgia es un modo singular y elocuente, y por eso testimonial, de confesar y proclamar la fe, el paso de Dios, a un mundo atrincherado en la increencia y en la inmediatez.

2.- El culto cristiano hunde su novedad en Cristo

Dios es presentado por algunos profetas como el que no acepta, no escucha y cierra sus ojos ante un culto sin espíritu; se  e invita a un culto renovado que fuera agradable a Dios (cf. Is1,11-13;Jer 7,21-22; Am 5,21-25).  Los profetas no condenan el culto, sino una determinada práctica ritual: “Este pueblo me alaba con la boca y me honra con los labios mientras su corazón está lejos de mí” (Is 29,13; Mt 15,7-9). Pero también en medio de ese pueblo de culto sin alma viven los “anawin”, los pobres de Yahvé. María de Nazaret es una de ellos, en sus plegarias, en la oración con los salmos (“Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha redimido y visitado a su pueblo…” Lc 1,68-79), habían alcanzado el sentido auténtico del culto en espera del Mesías el  que inauguraría el  culto  perfecto (Mal 3,1-4).

Es Cristo quien inaugura el nuevo culto“en espíritu y verdad” (Jn 4,23-24). Este nuevo culto es un culto ofrecido con la propia vida. Jesús abraza toda su vida  de entrega al Padre con el gesto simbólico cultual de la fracción del pan y de la distribución del cáliz de vino.Su vida resumida en ese gesto ritual y celebrativo, se la entrega a sus discípulos para que la celebren inseparablemente en el rito del Señor y en la propia existencia de los discípulos.

El nuevo culto, el culto cristiano, hunde su novedad en Cristo; es nuevo porque tiene que ver con hombres y mujeres que viven en Cristo. El existir en Cristo es el alma del culto. No solo los ritos sino todo lo que tenga que ver con Jesús Resucitado por el Padre y que esté tocado y marcado por el acontecimiento salvífico de Cristo, merece el nombre de culto. Así como Cristo centró la ley en el amor a Dios y al prójimo, es el mismo Señor quien pone de manifiesto lo que condiciona el verdadero culto: el amor y el perdón (cf. Mt 5,23-24; Mc7,6-9).

Cristo supera la crítica profética del culto de Israel. Él es el Templo, es el Sumo Sacerdote y por Él podemos tener acceso a Dios (cf. Rom 5,6-11; Heb 10,19-25).Los cristianos, por tanto, no tenemos más templo que el Cuerpo de Cristo glorificado, el altar es su cruz y el sacrificio es su misma persona. Su vida, en obediencia absoluta al proyecto de amor del Padre y su compromiso hasta el final para la voluntad del Padre, abren al mundo cristiano a unas dimensiones nuevas. La actitud de Jesús ante Dios Padre y ante los hermanos se convierte en el nuevo y único modo cultual.

En ese culto nuevo,Dios Padre se une con la Iglesia, nuevo Pueblo de Dios, de un modo directo en Cristo resucitado y mediante el don del Espíritu Santo. Así la primera carta de Pedro puede afirmar: “también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción de una casa espiritual para un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo” (1Pe 2,5). Pedro, nos ayudaa ver que la existencia creyente, vivida con fidelidad al Espíritu, al Señor en su Espíritu, se convierte “en culto espiritual” en nuestra vida familiar, personal, en la vida cotidiana y en la historia. También Pablo les hace llegar este mismo mensaje a los cristianos de Roma: “este es el culto agradable a Dios” (Rom 12,1).

Hemos puesto la mirada en Jesucristo, pongamos la mirada ahora en los inicios de la Iglesia. En esos inicios aparecen cuatro factores que son irrenunciables y al mismo tiempo base y raíz de la liturgia cristiana:

– El mensaje y la actividad de Jesús.

– El misterio de su muerte y resurrección.

– La conciencia de la presencia del Señor en medio de los suyos.

– Y la acción del Espíritu Santo.

Los primeros cristianos se inspiran en esas cuatro realidades,  que miran y atienden de modo singular a la persona de Jesús y a su Espíritu. Y añaden un paso nuevo: en lugar de  poner el acento en  la ritualidad, lo ponen en la existencia configurada e incorporada a Cristo, sin rechazar ni menospreciar el rito. Hasta tal punto fue así que Pablo se atreve a decir que el culto repleto de vida es como una continuación dela Eucaristía (cf. 1Cor 11,17-22; Rom 12,1-2).Y en 1ª de Pedro se habla de la vida y de ella como “sacrificios espirituales” (1Pe 2,1-5).

En síntesis, la liturgia cristiana nos incorpora a la participación en la salvación de Cristo, en virtud del Espíritu Santo en la Iglesia, y nos incorpora en la participación de la anticipación escatológica del Reino de Dios. La celebración cristiana es un “kairós” denso, es aquel momento de gracia realizado en el pasado, que se hace sacramentalmente presente y actuante en nuestra vida y en nuestra historia.

3.-Sacrosanctum Concilium, un regalo de vida a las Celebraciones de la Iglesia

El día 5 de  diciembre de 1963,era promulgada por Pablo VI la Constitución Sacrosanctum Concilium (SC) del Vaticano II sobre la Sagrada Liturgia.

Fue un acontecimiento prometedor, que suscitó gran entusiasmo y  se llevó  los esfuerzos mayores y más generosos.

No podemos olvidar los grandes aportaciones que supuso la reforma litúrgica conciliar y postconciliar para la reforma de la Iglesia y para la renovación de la vida cristiana.

Estudiosos dela constitución Sacrosanctum Concilium afirman que su finalidad, como la de todo el Concilio, es eminentemente pastoral. Esto nos indica que dicha constitución atiende más directamente y pone en primer plano “los acontecimientos” salvíficos de fe que tienen que expresarsey visibilizarse cuando se celebra. La Sacrosanctum Concilium sitúa a la liturgia de cara a la práctica rescatándola de una historia amordazada por un banal y mortificante ritualismo.A partir del Concilio de Trento se primó más una visión litúrgica estático-jurídica,  centrada en el rito,y que debía ser ejecutado de acuerdo con unas determinadas rúbricas.

En SC n.21 se reconoce que la liturgia tiene una parte esencial y fija, que es identificada como “Tradición”. También reconoce que la liturgia tiene partes susceptibles de cambio, que provienen de numerosas tradiciones que se han añadido a lo largo de los siglos.

Los Padres del Concilio Vaticano II, acogiendo los trabajos y experiencias del movimiento litúrgico, recataron a la liturgia del marco jurídico y la situaron en el contexto dela revelación, dando así un paso de enorme importancia y muy significativo. Para el Concilio la celebración ha de conectar con la obra de la salvación continuada por la Iglesia y que se realiza en la liturgia; así lo afirma en el SC n.6. Superando la visión estática,pone a la liturgia como acción misma de Cristo en su Cuerpo, que es la Iglesia (cf. SC 7).

Es oportuno prestar atención a alguna dimensión teológica de la constitución sobre la liturgia del Vaticano II:

  • Recuperando la teologíade los Padres de la Iglesia (cf. SC 5; SC26; LG9, 48,59), el Concilio recoge nítidamente su visión sacramental: “Cristo es el sacramento admirable de toda la Iglesia”.Y Cristo instituyó la Iglesia, divina y humana, a imagen de la encarnación;  y quiso que en ella se cumpliese la salvación de los creyentes por medio de los sacramentos, que tienen su lugar específico en el conjunto de la liturgia  de la que no tienen que separarse.
  • La SC da al Misterio Pascual un fuerte relieve enmarcando la vida litúrgica en la Historia de la Salvación. Así el culto cristiano es el culto que Cristo inició en su vida mortal; la plenitud de dicho culto lo llevó a la muerte y resurrección y todo eso lo prolonga en la Iglesia (cf. SC 5 y 6). La liturgia, por tanto, es obra de Jesucristo Sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia. Por este motivo, el Concilio revaloriza tantola comunidad en una eclesiología de comunión y afirma expresamente: “las acciones litúrgicas no son acciones privadas sino celebraciones de la Iglesia” (SC 26).
  • Una tercera afirmación teológica de SC: La acción de Cristo en la Iglesia está orientada a la plenitud escatológica. En esta visión de la liturgia se compagina lo eterno en el presente y el presente es figura de lo eterno. Se vincula la Iglesia peregrina y la Iglesia celestial (SC 8). Está presente el Señor, pero todavía tiene que venir en su gloria. El Concilio pone la mirada en la vida futura, iniciada y presente ya en esta tierra: como primicia, como participación, como anticipo de la plenitud, de la llegada de Reino. Dicha participación se da y se celebra de modo especial en la eucaristía.

4.-  La celebración en la vida de nuestras

comunidades, parroquias y diócesis

En este último apartado intentaremos acercarnos  al momento celebrativo que están viviendo nuestras comunidades cristianas y  tomar conciencia de su situación. Y nos haremos algunas preguntas que  ayuden a  hacernos conscientes de la situación. Lo haremos como personas que se han quitado la tristeza del luto y han rechazado vivir entre lamentos por “tantas pérdidas” porque “han visto”, tienen experiencia, y creen  en el Resucitado y en Él ponen su futuro y su esperanza. Tratando de evitar una lectura sociológica, donde cuentan sobre todo los datos y los números, el acercamiento a la situación de las celebraciones cristianas en nuestras comunidades y parroquias lo vamos a hacer  desde una mirada a Jesús; desde una acogida nueva, abierta y gustosade algunas expresiones básicas de SC y  que hemos de contextualizar en el hoy y aquí;y, finalmente, nos centraremos en siete elementos que ayuden a revisar nuestras celebraciones, que faciliten caminos de mejora para el futuro inmediato.

4.1  Jesús y la celebración

La celebración tiene un puesto importante en la vida de Jesús.

Jesús es presentado en los evangelios como un hombre más cercano a la alegría que a la tristeza, más inclinado a la celebración festiva que al lamento tenebroso. Era un hombre jovial, alegre, comunicativo, amigo de celebrar. Es distinto a Juan Bautista y así lo percibe la gente. Jesús no es un asceta, austero, rígido ni huraño. No anuncia juicio y castigo, sino buena noticia de salvación. No era profeta de calamidades, sino de esperanza. Es una persona que en sí misma es una invitación a la alegría, a la fiesta, a la celebración. Alguien le ha llamado “profeta de la alegría de Dios”.

Jesús celebra las cosas sencillas de la vida: “Te doy gracias,  Padre, Señor del cielo y la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños.” (Lc 10,21). Jesús goza y celebra la amistad con sus discípulos, con los tres hermanos (cf. Lc 10,38-42; Jn 11,1 s). El banquete  es importante en la enseñanza y en la vida de Jesús: aparece en sus enseñanzas, es el símbolo del Reino, inaugura su ministerio  con unas bodas (cf. Jn 2, 1 s), termina con una solemne cena( cf. Lc 22,1 s). Es muy especial el banquete de la multiplicación de los panes, una especie de fiesta abierta y universal (Mt 14,13-21; Mc 6,30-44; Lc 9,10-17; Jn 6,1-15).

Jesús también frecuenta  el culto y la celebración del pueblo.“Fue a la sinagoga…” Con esta expresión  u otra  lo señalan:   Lc 4, Mt 12; Mt 13; Mc 1,21; Mc 3,1; Jn 6,59. En la sinagoga lo que hacía era, básicamente, leer y comentar la palabra de Dios. Su relación con el Templo era mucho más tensa. Jesús no tiene nada contra el edificio físico del Templo, pero sí tiene mucho contra los usos y abusos que tienen lugar en el Templo. Por eso, expulsa a los mercaderes del Templo y realiza el gesto simbólico de la purificación del Templ0 (el evangelio de Juan lo sitúa al principio de su ministerio; los otros evangelistas al final en los días previos a su muerte). Esta acción  es una crítica radical al culto que allí se realiza. Es censurable un  culto vacío de espíritu, pero aún es más censurable la degeneración del culto cuando se convierte en un asunto para aparentar o legitimar un puesto social y cuando se convierte en un asunto comercial y se hace partícipe del ocultamiento de la injusticia y apoya la explotación de los débiles. El culto sin justicia es una ofensa a Dios y a los hermanos. Eso no es celebración. Por eso Jesús propone sustituir los sacrificios  rituales por el culto de la misericordia: “Misericordia quiero y no sacrificios” (Mt 12,7).

Jesús, en su persona, como ya hemos visto, es el  nuevo Templo de la presencia de Dios. Es lugar para el encuentro. “Destruid este templo y en tres días lo reedificaré”. El propio  evangelista aclara que Jesús hablaba del templo de su cuerpo (Jn 21-22).

4.2  Algunas afirmaciones básicas de SC que ayuden a nuestro

discernimiento

Un número importante de liturgistas  sostienen que,pasados los años de entusiasmo y hasta de cierta uforiade la  puesta en marcha de la renovación litúrgica, y reconociendo lagunas y excesos y también apatía y nuevo ritualismo en los años más próximos , no debemos olvidar, para no ser infieles al espíritu del Vaticano II, algunas afirmaciones básicas de SC que mantienen todo su valor. Pero, al mismo tiempo, constatamos que incluso esas afirmaciones básicas reclaman una lectura  actualizada y contextualizada. El valor sigue estando en su contenido teológico  y su importancia para renovar y actualizar la celebración de la fe.

Vamos a retomar o recatar algunas afirmaciones del SC y,al tiempo, nos vamos haciendo algunas preguntas:

* La sagrada liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia, pues para que los hombres (y mujeres) puedan llegar a la liturgia es necesario que antes sean llamados  a la fe y a la conversión” (SC n.9).

¿Son verdaderamente cristianos quienes no participan de la celebración cristiana?… ¿Se puede ser cristianos “no practicante“…y “no celebrante”?… ¿Es la celebración un elemento esencial e irrenunciable de la vida cristiana?… ¿Qué falla en la concepción de la vida cristiana o en nuestra liturgia para que haya tantos cristianos “no practicantes o no celebrantes“?…

* ”Participen en ella consciente, activa y fructuosamente “ (SC n. 17).

¿Hasta dónde se ha superado  o no el “oír misa” y estar en la celebracióncomo “extraños y mudos espectadores”? (SC n. 48)…

*La Celebración no es  una acción privada sino de la iglesia (SC n. 21). Hablando de la eucaristía dice (SC n. 26) que  se ha de  preferir la celebración comunitaria a la individual o casi privada.

Según el Concilio Vaticano II ha de potenciarse el carácter comunitario de la liturgia, dado que el sujeto de la liturgia es la Iglesia, el Pueblo de Dios, la asamblea, los bautizados formando comunidad.

Es una expresión muy corriente decir: “tenemos Eucaristía pero no tenemos comunidad”. ¿Mantenemos esta afirmación?…

* La recepción de los sacramentos ha sido  comprendida, en gran medida,  como un asunto de demanda. ¿No sería  conveniente iniciar o afianzar un camino pastoral  en clave de participación y no de demanda?

4.3  Elementos que facilitan la revitalización de las celebraciones cristianas de nuestras comunidades:

Los elementos que hemos elegido, no son al azar, sino que han sido elegidos por la  incidencia y la importancia que tienen. Ellos nos permitirán “chequear” la salud de nuestras  celebraciones litúrgicas.

4.3.1La comunidad cristiana que celebra 

Señalamos algunas condiciones que nos permitan llamar con verdad “comunidad cristiana que celebra”:

  • Poner el acento, valorar muchísimo más o recuperar la iniciación cristiana para que sean personas de fe; si no, a lo más, será un grupo que practica un rito, unas ceremonias, una función con ropaje religioso… Si no cuidamos la iniciación y reiniciación de la fe no se tratará de una auténtica celebración cristiana. Así lo expresa SC n. 9: “Para que los hombres y mujeres puedan llegar a la liturgia es necesario que antes sean llamados a la fe y la conversión”. No hay comunidad cristiana si sólo hay bautizados sin fe y sin conversión. En este caso sólo tendremos un cristiano convencional o un cristianismo sociológico.

Por eso, la misma Constitución reclama en el n. 64: “Restáurese el catecumenado de adultos”. Este desafío es prioritario hoy precisamente porque abundan los cristianos bautizados y no evangelizados  ni convertidos. Se  puede afirmar que en este ambiente abundan las creencias y escasea la fe.

  • La comunidad cristiana no se improvisa, es fruto de un paciente proceso de iniciación (iniciar en la fe) y de reiniciación (crecer en la fe).Todo proceso evangelizador debe orientarse a construir las comunidades cristianas. ¿Cómo? – Sugerimos algunos pasos:

– Proceso de experiencia de fe compartida.

– Compartir la Palabra de Dios en un ambiente de oración y

contemplación.

– Iniciar en la oración personal y comunitaria.

– Celebraciones comunitarias con el perdón y la reconciliación.

– Compartir bienes y servicios con los demás miembros de la

Comunidad.

  • Todos sabemos que la eficacia del sacramento no depende del sujeto que lo recibe, sino de Dios. Pero los sacramentos no se entienden fuera de la fe, son sacramentos de la fe. Luego la recepción de los sacramentos requieren la fe, son sacramentos de la fe, no  “ritos de paso”.

El escaso empeño  e interés por la iniciación cristiana en las diferentes prácticas (oración, Palabra, celebración, servicio de la caridad, misericordia…) han contribuido no poco al fenómeno palpable del cristianismo convencional. Por eso, no debemos olvidar que todo proceso evangelizador debe orientarse a  constituir las comunidades cristianas.

  • La Eucaristía dominical.

La comunidad parroquial desempeña un papel importante en cuanto libera a los pequeños grupos de narcisismo y del capillismo y los abre a la catolicidad más allá de sí mismos. Y la celebración dominical aúna y conjunta a todos los grupos en un extraordinario ejercicio de eclesialidad. Así lo dice SC en el n.42: “Hay que trabajar para que florezca el sentido comunitario parroquial, sobretodo en la celebración común de la misa dominical”.

Esta propuesta del Concilio invita a que nos planteemos  realidades como estas: Celebrar dos o tres misas, o muchas misas en domingo en una misma localidad, y dentro de  una eclesiología de comunión para la misión, ¿tiene sentido y en qué ayuda?…¿Se han de multiplicar las Eucaristías dominicales para facilitar la participación de cada uno de los creyentes?… ¿O hay que optar por una celebración más grande y comunitaria en el día del Señor y otras festividades?… ¿Qué decir  de las misas sólo para grupos pequeños y “a la carta”?…

  • Los ministerios y funciones litúrgicas

Los ministerios  y funciones litúrgicas están muy reducidas a los ministerios ordenados, casi como un monopolio. El  presbítero lo hace casi todo: recibe, saluda, canta, hace moniciones, proclama la Palabra, se autosirve en el altar…

Al hablar de ministerios y funciones litúrgicas no ha de entenderse que “todos tienen que hacer algo necesariamente” o tener algún protagonismo para una participación activa. Sencillamente se trata de aprovechar los dones y talentos de los distintos miembros de la comunidad, y avivar y animar la celebración para que, según su carisma y vocación, los miembros de la comunidad participen: la acogida y colocación de los asistentes, monitores, cantores, lectores, monaguillos…

En este punto conviene hacer alguna observación:

– La diversificación de los ministerios lleva necesariamente a una jerarquización de ellos; nunca para discriminar a nadie, sí para mantener el buen orden en la asamblea.

– La Constitución sobre la Liturgia advierte sobre el riesgo de mantener y cultivar las clases sociales en la liturgia: “Fuera de la distinción que deriva de la función litúrgica y del orden sagrado y exceptuado los honores debidos a las autoridades civiles, a tenor de las leyes litúrgicas, no se hará acepción alguna de personas y clases sociales ni en las ceremonias, ni  en los ornatos” (SC n.32).

– Los ministerios o funciones litúrgicas no se han de ejercer para suplir a la comunidad, sino para animar ala comunidad. Ej.: una cosa es animar a la oración de los fieles y otra  orar en lugar de los fieles. Una cosa es el coro que desplaza y anula a la comunidad y otra el cantor o coro que anima el canto de toda la asamblea.

  • La formación litúrgica.

En este punto volvemos a recurrir expresamente  al texto SC: “Cada uno esté penetrado del espíritu de la liturgia y que sea instruido para cumplir su función debida y ordenadamente” (n. 29).

Los ministros deben recibir formación inicial y permanente; igual se

pide de los fieles (SC n. 14 y 19).

  • Preparación de la celebración

La espontaneidad no es el mejor camino; sólo puede llevar al caos o, en el mejor de los casos, a la distracción. En la celebración litúrgica no se propone un espectáculo donde van a intervenir diversos actores. Con la preparación se pretende llevar a la comunidad y a sus miembros a una vivencia intensa de la fe y de la vida desde la perspectiva de la fe.

Nos fijamos en algunos elementos:

  1. a) Preparar materiales, lecturas… Cuidar la ornamentación porque la estética ayuda a dignificar y a animar la liturgia.

b)Los símbolos o signos han de ayudar a no dar la espalda a la vida, sino a que la celebración vincule, a través de ellos, la fe y la vida; y ayude a situarnos ante la vida desde otra clave.

c)La importancia del silencio permite a la asamblea colocarse en una actitud de oración y celebración. Hay que tomar en consideración los momentos de silencio que han sido  los grandes ausentes de la liturgia posconciliar.

d)Cuidar la proclamación de la Palabra que alimenta la fe de la asamblea. Y no minusvalorar la segunda parte de la celebración eucarística que es el momento culminante de la celebración (plegaria, oración dominical, ritos de comunión…) y requiere tiempo  y sosiego.

  • Cuando no hay presbítero, ¿qué hacer?…

¿Es concebible que una comunidad, donde no es posible la presencia del presbítero, permanezca pasiva y privada de toda celebración de la fe?…

– Hay comunidades que han reaccionado adecuadamente y se  ha organizado periódicamente “la celebración dominical”. En estas celebraciones en ausencia o espera de presbíteros entran en juego los elementos esenciales de toda celebración cristiana: la oración, la liturgia de la palabra, el compartir la experiencia de la fe y la homilía, la oración de la comunidad, los símbolos sacramentales, la comunión.

– Es un camino adelantado para que ninguna comunidad, por pequeña que sea, se vea privada de celebración dominical. Con un reto: no poder celebrar “el día del Señor” en domingo, no impide celebrar “el día de la comunidad” durante un día de la semana.

  • Celebraciones litúrgicas que catequicen y evangelicen la piedad popular

Por todo lo anteriormente expuesto, no hay rechazo alguno a lo que podríamos llamar liturgia popular o piedad popular. No sería justo. Así mismo no olvidamoslas expresiones de la fe sencilla  o que “la fidelidad subjetiva” no tenga su valor y su importancia.

Dicho todo eso, no debemos restar importancia a la búsqueda de unas celebraciones litúrgicas que catequicen y evangelicen la piedad popular y la encaminen hacia una espiritualidad y hacia una vida cristiana más evangélica.

Al terminar esta reflexión pastoral es bueno hacernos esta pregunta para darle contestación personal y comunitariamente:¿Qué nos evoca a los cristianos la celebración y qué augura?…

El culto cristiano, digámoslo, a modo de respuesta:

  • Nos abre al misterio de Dios.
  • Nos evoca a Jesucristo presente en nuestras vidas, su regalo de Amor  y Salvación y su Reino.
  • Refuerzan los lazos de comunión y fraternidad entre los miembros de la comunidad. Nos pone en contacto con las fuentes de la vida humana y cristiana.
  • Es una celebración de la historia encaminada hacia el Reino: acontecimientos, personas y cosas, como historia de salvación.

No podemos menos de reconocer y testimoniar el inmenso valor de “La Celebración”. No podemos menos de reconocer que nuestra fe se mantiene viva y se acrecienta gracias a la Liturgia de la Iglesia: las celebraciones cristianas, aunque su esencia es la “inutilidad”, a los ojos del mundo, y la pura gracia, sirven para recordar y recrear nuestros orígenes y hacer presente, aquí y ahora, al Señor, para reforzar nuestros vínculos de hijos y hermanos y para avivar la esperanza cristiana de la IglesiaDiocesana,sembrada en esta tierra  y en medio de este pueblo y enviada a poner voz al Evangelio  y a adelantar el Reino del Padre inaugurado por Jesucristo, el Hijo de su Amor.

Ciudad Rodrigo, a 29 de Junio de 2016

AÑO PASTORAL 2016-2017

 LÍNEAS DE ACCIÓN, SUGERENCIAS Y MATERIALES 

OBJETIVO PASTORAL: “LA CELEBRACIÓN”

Jesucristo es el gesto visible, sacramento, de la entrega del Misterio del Amor.

En la Liturgia se hace acontecimiento perpetuamente presente

y anticipo del futuro.

¡Por Cristo, con Él y en Él!

Este gesto del Señor ha pasado a nuestras manos para que nosotros

lo acojamos, lo entreguemos y nos entreguemos.

Que en nuestras celebraciones desemboquen los dolores, gritos, sufrimientos, gozos y esperanzas de nuestra tierra y  de la humanidad.

¡Para alabanza de su Gloria!

MOTIVACIÓN

            El Plan Pastoral Diocesano y el objetivo pastoral para este año 2016-2017, son, en primer lugar, una invitación, una llamada. Una invitación nunca es una imposición pero sí lleva en sí una carga de  disponibilidad, de responsabilidad y de compromiso como respuesta.

Cuando en el corazón de la Iglesia hay un deseo profundo de caminar y es un  deseo profundamente sentido y expresado en la Asamblea Diocesana y sostenido por el obispo, la sugerencias y líneas de acción no buscan otra cosa que despertar o reavivar ese deseo y hacerlo más profundo y más sentido, si cabe. Esta es la razón por las que debemos tomar las propuestas que se presentan  no como “teoría”, sino como “pasos posibles” a dar en esta hora, teniendo presente cómo  y dónde estamos y hacia dónde caminar para ser fieles al Señor en esta su Iglesia y en esta tierra.

Sentimos que es la hora de una búsqueda colectiva y personal para revitalizar nuestras celebraciones y que no caigan en el desprecio o el olvido en nuestros pueblos. La vida cristiana sin la celebración pierde sabor y sentido y la comunidad que no celebra pronto se debilita. Para estos tiempos nuevos y apasionantes, aunque los vivamos con zozobra, necesitamos reavivar las celebraciones “fundamentadas” y “enraizadas” en Cristo, evitando que sean frías, rígidas e incapaces de regalar Vida.

En una situación de cristiandad, donde todos se sienten creyentes, es normal que las celebraciones cristianas y los sacramentos tengan mucha relevancia. Pero hoy estamos en otra situación. Muchos hombres y mujeres, formalmente cristianos, no sienten la necesidad de celebrar la fe. Algunos acuden por costumbre o por presión social. Tenemos que reconocer que nos encontramos, en muchos casos, con una situación de deterioro; y, sin embargo, el culto  cristiano tiene una primacía casi absoluta en el quehacer de la Iglesia. Vamos a recordar y a situarnos  ante la realidad de la dimensión de la “Celebración cristiana”:

En primer lugar, es de justicia reconocer los grandes esfuerzos que párrocos y comunidades han hecho para aplicar la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II. Después de dicho Concilio se han hecho esfuerzos  por reavivar la liturgia y dignificar la recepción de los sacramentos. A pesar de ello, hay personas que se acercan sin una actitud básicamente creyente y se siguen administrando los sacramentos, como si las comunidades parroquiales fuesen lugares para atender servicios religiosos.

Ante esta situación, deseamos responder con una adecuada pastoral sacramental, buscando unir, cada vez más, la fe y los sacramentos. Estos esfuerzos, que nunca debemos menospreciar, pueden ser punto de partida para dar otros pasos que sirvan mejor  a los deseos y anhelos que nos ocupan y nos mueven. Además, mirando la realidad y dando continuidad  al objetivo pastoral de “El Anuncio”, debemos plantearnos una orientación misionera en la pastoral de los sacramentos, consiguiendo que los bautizos, las bodas, los funerales… puedan ser momentos y plataformas del anuncio misionero del Evangelio.

En segundo lugar, en este inicio del siglo XXI es saludable hacer una evaluación crítica de nuestras eucaristías dominicales y cómo integrar la oración, la experiencia contemplativa y la celebrativa de manera más satisfactoria y más coherente con el ministerio del anuncio del Evangelio, con el fortalecimiento fraterno de la comunidad y con el servicio a los hombres y mujeres de nuestra tierra, especialmente  a los más pobres.

Una de las lagunas que hemos podido tener,  las personas  y comunidades, en la recepción del Concilio Vaticano II ha podido ser minusvalorar lo celebrativo. Hoy, sentimos que nos es imprescindible integrar las distintas dimensiones de la vida cristiana: oración-contemplación- liturgia y compromiso temporal.

Debemos hablar de celebraciones, llenas de vida,“con mayúscula y con minúscula”, porque consideramos que una de las razones, no la única, del distanciamiento hacia la Iglesia de muchos bautizados es el no encontrarlas atractivas ni significativas. A veces, la asistencia esporádica o puntual a misa, rosario, novenas, procesiones y fiestas populares nos desconciertan, dado que no es fácil distinguir lo que hay de experiencia religiosa o folklore popular. Esta realidad, vista desde una mirada misionera, reclama reorientar y profundizar en algunas prácticas de nuestra pastoral sacramental y litúrgica.

En tercer lugar, la Carta a los Hebreos presenta la vida cristiana como una gran celebración cultual con un nuevo contenido: el nuevo culto inaugurado por Cristo. En lugar de los antiguos sacrificios Jesús presenta la propia vida como el verdadero culto agradable a Dios. No es lógica ni humana una vida donde no se celebren los logros como los fracasos, los nacimientos como las muertes, porque toda vida necesita  ser animada y celebrada. Del mismo modo es incomprensible una vida cristiana sin celebración cristiana. El culto cristiano no celebra misterios teóricos, dogmas y verdades abstractas, celebra el paso salvador de Dios y su presencia misteriosa que es garantía de vida. La celebración cristiana abraza la vida cotidiana y confiesa, contempla, y celebra la fuerza salvadora de Dios. Aunque parezca una exageración, la celebración cristiana es una bendita osadía y un bendito atrevimiento que hunde sus raíces en Dios, el Dios de la Vida.

1.- Cuatro objetivos operativos:        

            Durante este año pastoral 2016-2017 queremos caminar teniendo como horizonte lo siguiente:

1º-  Que la celebración cristiana tenga en la vida de toda la Iglesia Diocesana una relevancia grande.

2º-  Dada la situación de descristianización, la celebración se convierte en una confesión pública de fe y en un encuentro con la Iglesia; por eso queremos reavivar la misa dominical y la celebración comunitaria de los sacramentos.

3º- Al encontrarnos con la petición de sacramentos, desde una débil actitud creyente, queremos continuar con los esfuerzos que se han venido  haciendo en la pastoral pre-sacramental y, al mismo tiempo, dar una mayor importancia a la conversión y a las exigencias prácticas de la fe en la vida individual, familiar y social.

4º-Que el interés por la celebración no reste energía o bloquee exigencias de la vida pastoral como son: el primer anuncio a los alejados, la catequesis kerigmática a niños, jóvenes y adultos;  y el servicio a los pobres.

2.- Dos enunciados de los objetivos:

  1. Acoger al Señor y su Amor que se nos da en “la Mesa” y celebraciones.
  2. Revitalizarlas celebraciones litúrgicas: contenidos, estilo y conciencia misionera. Y recuperar la importancia de la   iniciación cristiana.

PRIMER OBJETIVO OPERATIVO Y MEDIACIONES PASTORALES

Objetivo primero:

– Acoger al Señor y su amor que se nos da en la “Mesa” y en las celebraciones de la comunidad.

MEDIACIONES PASTORALES PARA LLEVAR A CABO EL OBJETIVO:

  1. Dos encuentros diocesanos: septiembre y pentecostés.
  • Líneas de acción:
  • ¿Cuántas personas de nuestras comunidades celebran la fe? ¿Qué les pasa? La alarma más elocuente es la realidad y la realidad no son sólo los números, o el descenso, o la edad, ni los cansancios de los agentes de pastoral: laicos, religiosas y presbíteros… Sí debemos dejarnos afectar por esa realidad; pero las reacciones de miedo, de nostalgia, de parálisis en respuestas, de involución (no nos movemos de “siempre se ha hecho así” ni de nuestro pueblo) son pesos que no nos dejan caminar. ¡¡Ojalá la realidad  desencadene en nosotros pasos y respuestas, cada vez más fieles al evangelio y a la historia!!

Y, cuando vayamos encontrando respuestas, éstas sólo pueden ser sostenidas por la oración-contemplación y la celebración litúrgica.

  • Es conveniente disponer de algunos momentos,aunque sólo sean dos al año, abiertos a toda la Iglesia Diocesana, para vernos, para afianzar nuestras motivaciones y propósitos de discípulos misioneros; necesitamos sentirnos caminando con otros hermanos y visibilizar que el nombre de la Iglesia es “sínodo”. Todos necesitamos, también los presbíteros, escuchar palabras nuevas y alentadoras de nuestros hermanos y hermanas y, juntos, compartir lo que hemos ido descubriendo y poniendo en práctica del objetivo pastoral diocesano.

      1.2 Encuentro en septiembre: Inauguración del año pastoral:

Dos acciones para este encuentro, abierto a todos:

  • Conferencia de D. Julián López, obispo de León, que tendrá como contenido:”La celebración en un tiempo de increencia”.
  • Celebración de la eucaristía en la catedral y el “envío” a una representación de servicios y ministerios que tengan que ver, de modo especial, con la celebración litúrgica y preparación de sacramentos.

1.3  Encuentro en la vigilia de Pentecostés:

  • Este encuentro, también, es una invitación a los laicos, religiosas, presbíteros, equipos, arciprestes, delegados…
  • Breve charla que sea como un relato de lo que la Iglesia diocesana ha ido encontrando en el caminar de este año pastoral.
  • Compartir en grupos arciprestales experiencias, sensibilidades y pasos dados.
  • Celebración de la Eucaristía en la catedral.
  • Compartir dones en el seminario.
  1. Encuentros mensuales en el arciprestazgo.

Todos conocemos cómo la Iglesia en Castilla ha presentado, desde hace años, al arciprestazgo, más allá de una mera institución jurídica, como  “hogar” para estar cara a cara con Dios y para la plegaria compartida; como “taller”: lugar pararecrearlos estilos apostólicos, descubrircuáles han de ser  las mediaciones más evangélicas, organizar y estructurar la pastoral de conjunto,y elaborar, para todos, los materiales y las herramientas necesarias para la pastoral misionera; y como “escuela”: lugar de discernimiento apostólico que ayude a comprender más y mejor la historia de nuestro pueblo y el proyecto de Dios Padre para esta horapor medio del  estudio, la reflexión, el diálogo y la oración apostólica;  y como “pórtico”  para acoger y  también salir a los caminos de la historia.

Si en los encuentros de arciprestazgo nos dejamos llevar por la inercia y el abandono y no vamos dando pasos en la oración silenciosa y compartida, nos engullirán los dioses de este mundo y haremos del evangelio, a lo sumo, un referente moral. Además, sin un trabajo de estudio y profundización, nuestra  misión evangelizadora no alcanzará a ser otra cosa que una repetición de actividades ordenadas según un calendario. Necesitamos encontrar juntos los modos que ayuden a llevar adelante la conversión intitucional a la que la  Iglesia del Señor se siente interpelada  por el Papa Francisco.

  • Líneas de acción para la mañana:
  • Esforcémonos en hacer de la mañana:
  • Tiempo de encuentro con el Señor.
  • Tiempo de escucha del Evangelio, ofrecido por un hermano/a.
  • Tiempo de silencio orante.
  • Tiempo de oración compartida.
  • Organizar y distribuir tareas:
  • La convocatoria la hace el arcipreste para el arciprestazgo.
  • Cada párroco la hace en las parroquias en las que sirve.
  • La convocatoria ha de procurar que llegue a las personas que forman parte de consejos, catequistas y personas comprometidas y con cierta capacidad. No olvidemos el relevo generacional.
  • La convocatoria es conveniente hacerla por distintos modos: un cartel bien visible, en los avisos de la misa dominical, invitación de tú a tú y por una hoja con el orden del día.
  • Fijar con un mes de antelación la fecha del encuentro e indicar las tareas para el próximo encuentro.
  • Donde se crea oportuno se puede ayudar a los participantes de cada parroquia a clarificar y facilitar el trabajo que ha de hacerse.
  • Cuidar el lugar del encuentro, lo que llamamos “sede arciprestal”. Evitar espacios muy reducidos o demasiado grandes para el número de participantes y lugares fríos que no faciliten  y puedan hacer incómodo el encuentro.
  • Poner voz al Evangelio. Con el fin de facilitar que el Señor toque nuestra vida hemos de procurar que la meditación o charla no sea otra cosa que poner voz al Evangelio del Señor, evitando otro tipo de consideraciones edificantes o ejemplares.
  • Propiciar la oración compartida. La oración silenciosa es un regalo que el Señor nos hace y la oración compartida ha de ser un regalo que Dios nos hace a todos por medio de cada hermano: “Si nada es nuestro, a regalar todo”.
  • Materiales y sugerencias para la mañana en los encuentros arciprestales:

     Dinámica posible:

  • Destinar un tiempo para encontrarnos, saludarnos y crear un ambiente fraterno y positivo.
  • Comenzar orando con los salmos. Que esta oración nos abra al tema del encuentro y facilite el silencio.
  • Exposición de la charla o meditación de alguno de los textos del evangelio de los domingos. Organiza y distribuye el arcipreste.
  • Para la oración silenciosa se sugieren dos modalidades: dar por escrito el texto del evangelio que se comenta, acompañado de algunas preguntas que ayuden a la oración silenciosa. Otra posibilidad es que la persona que ha ofrecido la meditación o charla ayude a una “oración acompañada”.
  • Insistimos, por su importancia, potenciar la oración compartida, que no es otra cosa que regalar a los hermanos lo que el Espíritu ha orado en nosotros.
  • La meditación o charla para cada mes será tomada del comentario que J.A. Pagola ofrece del evangelio de los domingos. Este año utilizaremos: J.A. PAGOLA, El camino abierto por Jesús. Mateo, PPC, Madrid 2010.
  • Línea de acción para la tarde del encuentro arciprestal:

Para que la tarde sea provechosa y fecunda, tenemos que admitir que se necesita dedicarle, con anterioridad, tiempo, ganas, ilusión y esfuerzo. El trabajo de la tarde no debe ser en nada parecido a un aula escolar. Aceptando que para algunas personas no le resulte fácil ponerse a trabajar unas páginas, debemos asentir que el trabajo constante y la práctica nos pueden, poco a poco, capacitar a todos. Las personas que tengan alguna dificultad, han de saber que hay hermanos y hermanas en ese arciprestazgo que, por su trayectoria humana y de formación, pueden ayudar a los que tengan mayores dificultades. Nos viene al recuerdo las palabras de Pablo hablando a la comunidad donde les propone que los miembros más fuertes ayuden a los más débiles (cf. Rom 12,3-8).

Reconozcamos que, para una pastoral de conjunto y en una Iglesia sinodal, se necesita no sólo que el Espíritu nos empuje sino que también nosotros vayamos moldeando “un corazón unánime”, rastreando  y acogiendo juntos: el rostro y las huellas del Señor con la ayuda de la cristología;  la identidad de su Iglesia, ayudados por la eclesiología; y los signos de su Reino, ayudados por la escatología. Luego necesitamos del trabajo y del estudio y detenernos en la reflexión teológica que ofrecen algunos teólogos para alcanzar a vivir,  como Iglesia del Señor, con “un corazón unánime”.

En este cambio de época, urge aprovechar estos momentos de la tarde para preguntarnos algo muy elemental para nosotros, pero esencial en esta hora: ¿Quién es cristiano? ¿En qué consiste ser cristiano? ¿Cuáles son los rasgos esenciales de la vida cristiana? No pretendemos buscar certezas ni verdades, sino afianzarnos en la felicidad propia y ajena, en la salvación, en la verdadera libertad de los hijos de Dios, en la realización plena como personas, en la convivencia fraterna, en el amor, la solidaridad, la justicia… No podemos ni debemos desacreditar la vida cristiana dando importancia exagerada a prácticas y creencias  secundarias y olvidar lo absolutamente irrenunciable. Estamos en la hora de volver a lo esencial, diría el Papa Francisco. Por todo eso, tenemos que esforzarnos por dar contenido, vida y riqueza al trabajo arciprestal de la tarde.

Nos vamos a apoyar en cuatro tipos de materiales:

1º- Los “Prenotandos” del Misal Romano  y Rituales de los Sacramentos.

-“El directorio diocesano de la iniciación cristiana”.

3º- Las Propuestas de la Asamblea Diocesana (PAD), referidas a la dimensión de “La Celebración”.

4º   Y ocho temas, que la vicaría de pastoral elaborará para el estudio, la reflexión y el diálogo, utilizando como bibliografía las siguientes obras:

J.FONTBONA, Los sacramentos de la iniciación cristiana, Barcelona 2014.

  1. SESBOÜE, Invitación a creer. Unos sacramentos creíbles y deseables. Madrid 2010.

X.BASRKO, Historia de la liturgia, Barcelona 2006.

Ed.: D.BOROBIO, La celebración en la Iglesia, Salamanca 2006.

D.BOROBIO, Celebrar para vivir, Salamanca 2003.

J.C.R. GARCÍA PAREDES, Iniciación cristiana y eucaristía, Madrid 1997.

J.LÓPEZ MARTÍN, El domingo, fiesta de los cristianos, Madrid 1992.

Ayudados con estos materiales nos encaminamos a:

MIRAR: cómo están nuestras celebraciones, tanto la eucaristía dominical, como la administración de los sacramentos.

ILUMINAR: cómo han de ser nuestras celebraciones y hacer de ellas algo creíble y deseable y comprender que toda celebración litúrgica es abrazo y presencia de Dios.

CAMINAR: las dificultades prácticas no podemos ignorarlas, hasta puede que sean muy importantes, pero necesitamos saber a dónde caminamos y qué pasos hemos de ir dando con paciencia y misericordia.

III. Retiro arciprestal en tiempos litúrgicos significativos.

                          Dos encuentros:

  • Lugares posibles: Monasterios de vida contemplativa, residencia de Casillas, Torroba, Seminario… La finalidad de este día de retiro es poner al Señor en el centro, saborear su presencia, contemplar nuestra vida y la historia y ponernos de nuevo en camino.
  • Tiempo: Adviento- Cuaresma/ Navidad –Pascua.
  • Temas para el retiro
    • “El misterio de la encarnación”. En clave de comprender a Jesús como sacramento del Padre.
    • “La Eucaristía” para conocer, comprender, sentir y vivir mejor lo que se celebra.
  • Estos encuentros están abiertos a todos: catequistas, juntas parroquiales, consejos arciprestales, grupos de oración…

Estos encuentros, quieren ser respuesta a laicos que demandan tiempo de retiro o de ejercicios espirituales.

SEGUNDO OBJETIVO OPERATIVO Y MEDIACIONES PASTORALES

 Objetivo segundo:     

Revitalizarlas celebraciones: contenidos, estilo y

conciencia misionera. Y recuperar la importancia

de la   iniciación cristiana. 

II.1 Procedimiento y mediaciones pastorales: 

La crisis de la fe aparece más profunda, o al menos más visible, en lo que afecta a la práctica litúrgica, especialmente a la práctica de la eucaristía dominical y de los sacramentos.

Constatamos que: han disminuido la práctica dominical y la demanda del bautismo; muchos bautizados no se confirman porque se requiere un proceso; la reconciliación ha dejado de practicarse al ritmo y frecuencia de la eucaristía; la unción de enfermos se imparte con menor frecuencia; el matrimonio católico desciende y aumenta el civil o la convivencia en pareja; todos estamos al tanto de la disminución de las ordenaciones al presbiterado…

Esta realidad comienza en el siglo XX, donde un porcentaje, que superaba el cincuenta por ciento, se declaraba “católicos no practicantes”. El descenso del que estamos hablando se ha consumado, sobre todo en los no practicantes. Además,  en muchas ocasiones,  las celebraciones litúrgicas tienen que ver con un ritual, visto cada vez más,como una rareza, una curiosidad o algo propio de otros tiempos y que hoy no sirve para nada.

El proceso de vida creyente, lo mismo que la transmisión de la fe, vincula la “enseñanza”, “la vida” y “la celebración litúrgica”. Es conveniente no echar al olvido la estructura del Catecismo de la Iglesia Católica que presenta la íntima relación entre fe, culto y vida: lex credendi, lex orandi, lex vivendi.

Hacer de la eucaristía y demás sacramentos algo creíble y deseable nos urge  y nos implica en la tarea pastoral. Somos conscientes que entramos en un terreno nada fácil y que el éxito o los resultados ideales no están asegurados y nos pueden desalentar o empujar a bajar los brazos. Por eso, es oportuno recordar que el cristianismo recela cuando el servicio  se confunde con el  éxito. No es el éxito el horizonte sino la gloria de Dios, el resplandor luminoso de su Amor. Por eso, hemos de aceptar también, como algo propio del trabajo pastoral, los fracasos parciales y mantenernos erguidos en medio de ellos.

Tampoco el cristianismo promueve el conflicto ni las tensiones,  pero con frecuencia nos vemos confrontados con ellos a la hora de la administración de algunos sacramentos. Asumamos  que nuestro servicio pastoral ha de estar arropado por la constancia, la perseverancia y la paciencia. Santo Tomás de Aquino, a la paciencia o resistencia activa la llama “fortaleza”. Además, aunque estén  ausentes las seguridades humanas y los frutos no aparezcan, nosotros tenemos al Señor Resucitado, como razón de nuestro caminar y nuestra esperanza, porque Dios siempre es fiel y no se echa atrás. A nosotros nos toca servir a nuestro pueblo para que tenga vida abundante, no servir al éxito.

   El procedimiento que ofrecemos es el siguiente:

  Poner en valor las dos o tres acciones consensuadas en el arciprestazgo y que en la última reunión de arciprestazgo se propusieron como forma práctica de llevar adelante la dimensión del “El Anuncio”.

 En las parroquias de cada arciprestazgo (sobre todo las más numerosas, sin olvidar  una sencilla presentación en las pequeñas) presentación del objetivo pastoral diocesano de este año. Dicha presentación es un paso necesario en la pastoral de conjunto. Al arcipreste le corresponde organizar y coordinar dicha presentación.

  Para convertir en práctica el objetivo pastoral de este año proponemos, como apoyo a la acción pastoral parroquial y arciprestal, la participación de algunas delegaciones diocesanas que tienen relación más directa con él. Vamos a atender prioritariamente las siguientes realidades pastorales:

  • Equipos litúrgicos parroquiales: lectores, cantores, monitores…
  • Atención a la iniciación cristiana: catequistas y papás.
  • Materiales para cursillos pre-sacramentales. Equipo de trabajo y redacción: delegados de catequesis, de juventud, de familia, de liturgia…
  • La eucaristía dominical poniendo el acento en la importancia que tiene para reconstruir y enriquecer la comunidad cristiana.

II.2  Sugerencias y materiales:

  • No olvidar que la pastoral litúrgica ha de estar integrada en la pastoral misionera.
  • Conviene que el párroco u otra persona, después de un sencillo análisis de dónde estamos, presente la situación parroquial con realismo, sin amargura y las necesidades que se perciben. En ese momento se pueden ofrecer aquellas acciones prácticas  que quedaron asumidas en la última reunión arciprestal  para llevar adelante la dimensión del año pasado de “El Anuncio “ y no queden  en el olvido
  • Presentar, con la ayuda de un power-point, el objetivo pastoral diocesano 2016-2017.
  • Anunciar y presentar las acciones que van a llevarse a cabo en el arciprestazgo; y aquellas que se van a hacer en la parroquia de acuerdo con el objetivo pastoral diocesano.

II.2.1 Crear o potenciar “equipos de liturgia”.

  • En las parroquias más numerosas es conveniente crear, si no los hay, equipos o pequeños grupos de responsables que asuman tareas de la pastoral parroquial: equipo de catequistas y equipo de liturgia.
  • La función de estos equipos nunca es para monopolizar; el equipo ha de ser estímulo para el resto dela comunidad. Así como el año pasado se vio la ocasión de crear o iniciar equipos de catequistas, este año, nos esforzaremos en iniciar o potenciar un equipo de liturgia (lectores, cantores, encargados de acogida, animadores de grupos de oración…).
  • Respecto del equipo de animadores de liturgia y pastoral, este año lo reforzaremos con más actividades.

Las mediaciones principales:

  1. Elaborar un sencillo plan de formación y acompañamiento con la ayuda de la Delegación de Liturgia. Valoramos y debemos estimular la formación por la acción. Reconocemos mejor nuestra responsabilidad cuando se comienza a ejercerla.
  2. Para el equipo de animadores de liturgia y pastoral tres encuentros:

* Presentación por un especialista del evangelio de Mateo en el año litúrgico.

* Evangelización, celebración y compromiso.

* Animadores de grupos de oración.

II.2.2 Cuidar la iniciación cristiana:

  • La catequesis y la celebración deben vincularse en los procesos catequéticos. Este año hemos de asegurar que las catequesis semanales de niños y adolescentes se complementen, una vez al mes, con sencillas celebraciones. Estas celebraciones han de ser como un tiempo y modo de entrar en la oración, en los símbolos y ritos litúrgicos para niños y adolescentes. Vamos a intentar asegurar que la catequesis tenga un momento donde se privilegien en ese día, no la enseñanza de contenidos, sino la celebración y la oración.
  • La familia creyente es una imagen viva de la Iglesia. Potenciemos este año la familia como una “Iglesia en miniatura”: Descubrir la fe, crecer en ella y celebrarla en la vida cotidiana y en momentos especiales de la vida de las personas que integran el núcleo familiar.

Las mediaciones principales serán:

  1. Facilitar un sencillo guion o modelo de celebración para las catequesis y para las familias. Prepara estos guiones las delegaciones de catequesis y de familia.
  2. Encuentro trimestral en cada arciprestazgo con los confirmandos. Vemos la necesidad y conveniencia, debido, por lo general, a la escasa participación en las celebraciones litúrgicas, hacer de estos encuentros para la iniciación a la oración y el conocer los símbolos y ritos de la celebración cristiana. Prepara, la delegación de adolescencia y juventud y la delegación de liturgia.

II.2.3 Cursillos de preparación al sacramento del bautismo y del

matrimonio

Hay preguntas que llevamos haciéndonos durante muchos años: ¿Cuál es la proporción entre bautizados y evangelizados?… ¿Cuántos reciben catequesis antes de  bautizar a sus hijos o casarse?…

Necesitamos orientaciones y el apoyo de materiales de preparación  que tengan un contenido misionera. No resulta fácil que los encuentros de preparación aúnen calidad en los contenidos y satisfacción en los participantes. Ciertamente el Papa invita a la Iglesia a salir y a abrir las puertas, pero también hemos de reconocer que la salida es para el encuentro con las personas y para proponer al hombre de hoy el Evangelio, que da sentido a la vida y la plenifica. Abrir los brazos sí, sin duda; y, al mismo tiempo, ayudar y facilitar el encuentro con el Señor y la incorporación a la comunidad para que esa celebración resulte un paso nuevo en sus vidas.

La llamada “pastoral del avestruz” es no mirar los desafíos del presente y quedarnos en “siempre se ha hecho así”. Actuar así en la pastoral litúrgica es, y será, un peligro para la Iglesia porque no se quiere mirar el futuro con responsabilidad. Los sacramentos son gracia, son gratuitos, son un regalo del Señor a su Iglesia y de ésta a las personas; pero el que sea gracia no dispensa de la responsabilidad  a  quien los celebran.

Las mediaciones principales serán los cursos de preparación:

Creemos oportuno, este año pastoral, revisar y renovar los materiales de los “cursos de preparación” para los sacramentos del bautismo y del matrimonio. Este servicio se encarga a un equipo formado por los delegados de catequesis, adolescencia y juventud, familia y liturgia, con el apoyo de la vicaría de pastoral.

Los contenidos de los “cursos de preparación”, dada la realidad cultural de increencia, han de tener un perfil claramente evangelizador y misionero. Por eso,  han de ayudar a:

  • Ahondar en la identidad cristiana.
  • Renovar las promesas del bautismo.
  • Profundizar en las cuatro áreas de la experiencia cristiana:

* La fe y la confesión de fe

* La comunidad  y la incorporación a la comunidad

* La liturgia o celebración de la fe

* El seguimiento de Jesús o la práctica cristiana

II.2.4 La Eucaristía dominical.

Los párrocos y las comunidades cristianas viven, con cierta alarma, el descenso en la asistencia a la eucaristía dominical, que se va haciendo común en todos los sitios, porque lo ven como un alejamiento de la vivencia eclesial de la fe  y de la pérdida de sentido cristiano de la vida.

Todos creemos  que debemos revitalizar el día del Señor y cuidar la Eucaristía dominical tanto para el bien de los que asiduamente participan como para los  participantes ocasionales. Para la mayoría de los cristianos es posible que la misa dominical sea el único momento de escucha de la Palabra y de oración; por eso, convirtamos la misa en un momento especial donde tengan cabida: la escucha, la oración-contemplación, la vida, la celebración festiva y el compromiso.

Como todos sabemos, la celebración no es para sacar algún rédito o interés; en este sentido, la celebración cristiana es “inútil”; pero si la cuidamos puede ser para muchos un espacio, quizás único y privilegiado, y una experiencia densa que ayude a la evangelización y a la edificación de la comunidad y a incorporarse a ella.

El Concilio Vaticano II, en el número 10 de SC,considera a la Eucaristía como la “fuente” y “cumbre” de la vida cristiana; luego la eucaristía es “el gran símbolo para la vida cristiana”, que hemos de fomentar y cuidar por medio de la formación y la práctica. Aunque parezca un asunto secundario, hablando de la eucaristía, el mismo Concilio señaló, como importante, la educación para la liturgia.  Nosotros vamos a seguir  esta indicación conciliar.

Las mediaciones principales serán:

  1. “Cursillo” de formación litúrgica, abierto a todos, pero especialmente los destinatarios son las personas que tengan alguna función en la celebración litúrgica en las parroquias del arciprestazgo. Lo impartirá el delegado de liturgia. El arcipreste,  después de consultarlo con párrocos y personas implicadas e interesadas en la formación, comunicará a la vicaría de pastoral: lugar, días  de duración, fechas y temas de interés.
  2. Las charlas cuaresmales o “los encuentros de la comunidad en cuaresma” se centrarán en el siguiente enunciado,tomado de la Constitución Sacrosanctum Concilium:

Invitados a vivir la eucaristía dominical de manera plena participativa y consciente”.

La vicaría de pastoral ofrecerá unos materiales en el formato de dos charlas.

II.2.5  “Sólo nos pidieron que nos acordáramos de los pobres” (Ga 2,10)

Ningún programa o actividad pastoral será fecundo si se olvida de los pobres. La dimensión litúrgica, ni ninguna otra dimensión  de la vida de la Iglesia,podrán acreditarse, si los pobres no son tenidos en cuenta como destinatarios privilegiados de la acción  de la Iglesia.

A la cultura de las nuevas tecnologías, del poder financiero y del consumo se le ha olvidado los pobres. El Papa Francisco continuamente recuerda y él mismo nos lo muestra, que a la Iglesia los pobres no se les puede olvidar.

Dos cuestiones, solamente, que queremos destacar:

* ¿Qué lugar físico y espiritual ocupan los pobres en nuestras celebraciones cristianas?

* ¿Somos conscientes que Eucaristía y justicia han de ir de la mano?

Las mediaciones principales serán:

  1. Seguir trabajando por tener un equipo arciprestal de cáritas

que anime y dinamice y acompañe las cáritas parroquiales.

  1. No olvidarnos de: la mujer rural, las familias monoparentales, los inmigrantes, los ancianos solos. Estar atentos a qué está pasando en esas vidas.
  2. En algunos momentos del año litúrgico, (no los marcados para concienciación y colectas), visibilizar en la eucaristía del domingo su presencia y  el “abrazo” de la comunidad parroquial a esos hermanos.
  3. Organizar y preparar todo en conjunto con Cáritas Diocesana, con el arcipreste, y el equipo arciprestal de cáritas donde ya esté constituido.

Guion síntesis de las acciones y sugerencias ofrecidas

Encuentros diocesanos: Para laicos, religiosas y presbíteros.

1º-  24 de septiembre. Inauguración del año pastoral. Charla y Eucaristía de envío en la

Catedral.

2º-  Vigilia de Pentecostés: Comunicación y trabajo en grupo y Eucaristía en la

Catedral.

Encuentro arciprestal:

* Un encuentro al mes. De ellos tres con presencia del obispo.

1.- Por la mañana: Tiempo para la escucha, el silencio y la oración compartida.

2.- Por la tarde: Compartir el trabajo de estudio, la reflexión  sobre la práctica de los

sacramentosy consensuar  algunas propuestas pastorales para la celebración de los

sacramentos.

3.- En el encuentro de mitad del año pastoral con presencia del obispo se tendrá una

celebración arciprestal acordada por los párrocos y la junta de pastoral.

* Retiro  Adviento- Cuaresma / Navidad – Pascua.

* Encuentro para formación de lectores, monitores, cantores litúrgicos…

* Encuentro de confirmandos.

* Equipo arciprestal de Cáritas.

Actividades parroquiales:

                1.-  “Asamblea Parroquial Informativa” en octubre, para explicar el objetivo pastoral y los

pasos a dar y las actividades que se van a tener en la diócesis y el arciprestazgo.

2.- Continuar con la pastoral misionera para adultos con la “Catequesis de la Comunidad”.

“El evangelio de cada día”…

3.- Una vez al mes,  en la catequesis semanal de niños y preadolescente y adolescentes,

dedicarla a la celebración (símbolos, ritos, cantos, oraciones, gestos, posturas…)

4.- Para revitalizar la eucaristía dominical, prepararla con algún pequeño grupo.

5.- Potenciar la oración y celebración en la familia.

6.-Preocupar acercar la celebración litúrgica a los enfermos, los más ancianos solos, a los

discapacitados, a los más necesitados o marginados .

PROPUESTAS DE LA ASAMBLEA

II

“LA   CELEBRACIÓN”

DEL DOCUMENTO FINAL 7-06- 2014 – –  –

PROPUESTAS DE LA ASAMBLEA DIOCESANA

“LA  CELEBRACIÓN”

1.-  La celebración de la fe y la vida ordinaria.

1.0 Que la Eucaristía sea verdaderamente la “fuente y culmen de la celebración  de la fe cristiana.)

  • La celebración litúrgica ha de recoger la vida de la comunidad entera y de la Iglesia diocesana y universal y en ella ha de resonar con más fuerza el Evangelio del Señor, los gozos, esperanzas, luchas, dolores y tristezas de la humanidad.
  • Valorar el sentido comunitario de las celebraciones litúrgicas por ser celebraciones de la Iglesia, familia reunida de hijos y hermanos, formando comunión en torno a Jesús. Cuidar las celebraciones comunitarias, vivas y alegres, en las que se cuide la música y el canto.
  • Realizar en los arciprestazgos, temporalmente, cursos que ayuden a actualizar y renovar la liturgia en la vida de las comunidades parroquiales para hacerlas menos “ritualizadas y rutinarias” y más vivas y participativas.
  • Que las catequesis de iniciación y de adultos procuren incorporar la liturgia, ofrecer y profundizar sobre la celebración de la fe, para ir creando comunidades eclesiales vivas y auténticas.
  • Que en los aranceles y ofrendas aparezca, con mayor nitidez, el sentido gratuito y de solidaridad comunitaria de los sacramentos y de toda celebración litúrgica.
  • Promover equipos sencillos de liturgia en las parroquias, creando espacios y tiempos de formación, ya que se siente la necesidad de preparación.
  • Avanzar en los ministerios laicales y renovarlos, invitando a personas que tengan aptitudes para ejercerlos.
  • Crear en las parroquias de Ciudad Rodrigo un equipo que acoja, con sentido evangelizador, a las personas que se acerquen a solicitar la recepción de algún sacramento.
  • Es necesaria la revisión, desde el Evangelio, de la religiosidad popular, expresión de la fe sencilla de nuestro pueblo, para ser coherentes con las celebraciones litúrgicas. La religiosidad popular es expresión que prolonga la vida litúrgica de la Iglesia, pero no la sustituye. Revísense costumbres como el subastar, el lenguaje de novenas y ejercicios piadosos, devociones, etc.

2.-  La celebración y la iniciación cristiana.

2.1      Para la recepción del bautismo implicar más a padres y padrinos compartiendo un tiempo de formación y de preparación teniendo en cuenta las distintas situaciones de fe. Evitar todo aquello que dé la sensación de estar “dando o impartiendo” sacramentos  según la demanda.

2.2      Que los sacramentos de iniciación se celebren en la parroquia propia, porque requieren una comunidad estable donde se va madurando en la fe. En cualquier caso, siempre se ha de informar a la parroquia de dichas celebraciones.

2.3      Que la Primera Eucaristía y la Confirmación se impartan desde un proceso catequético progresivo, donde se prepare en la fe,implicando a la familia.

2.4      Revisar el Directorio de los Sacramentos de Iniciación para que haya unidad de criterios, teniendo como preámbulo las propuestas recogidas en esta Asamblea Diocesana, y con participación del Consejo de Pastoral Diocesano.

2.5      El sacramento del bautismo se celebrará normalmente en el ámbito de la Eucaristía Dominical. Sólo por otras razones pastorales serias se podrá celebrar en otro momento o fuera de la Eucaristía. 

2.6      Publicar orientaciones claras para los casos de padres que no tienen o no viven la fe, o están en situación irregular, y piden el bautismo para sus hijos.

2.7      Que la Confirmación se vincule a un proceso catequético y a la pastoral juvenil, teniendo en cuenta en todo momento la dimensión vocacional de la adolescencia y la juventud, cuidando en “el hoy” de nuestra Iglesia la necesidad y urgencia de la vocación sacerdotal. Para ello han de colaborar de forma activa las delegaciones de Catequesis, Pastoral Juvenil y Vocacional, para facilitar y ofrecer procesos de maduración en la fe.

3.-  El domingo en la vida de la Iglesia: La Eucaristía  dominical.

3.1      Debido a las transformaciones profundas que está sufriendo el domingo, es necesario cuidar y dignificar la celebración de la Eucaristía que requiere, por parte de todos, un esfuerzo continuo en su preparación y participación. Revisar el número de Eucaristías y cuidar la presencia de los fieles en las celebraciones presididas por el Obispo en la Catedral.

3.2      Desde las parroquias, y en los distintos ámbitos y espacios donde sea posible y conveniente, así como en los MCS diocesanos, hacer una llamada para la celebración del Día del Señor que va en decadencia.

3.3      Evitar hacer de la Eucaristía un acto más dentro de un programa cultural o festivo o de homenajes.

3.4      Preparar los tiempos litúrgicos por los equipos de liturgia con ayuda de la Delegación, de modo que acerquen a las comunidades al misterio de la salvación, ya que a veces, la “tradición mal entendida” los asfixia y degrada.

3.5      Consideramos de gran importancia tomar conciencia de las Celebraciones dominicales en ausencia (o espera) de presbítero para no dejar vacío el domingo, allí donde no sea posible celebrar la Eucaristía.

3.6      Preparar convenientemente y mejorar las homilías y, allí donde sea posible y haya un equipo pastoral, dar los pasos para la preparación orante y compartida de dicha homilía entre laicos, religiosas y presbíteros.

4.-      Celebración de los sacramentos.

4.1      Fomentar el sacramento de la penitencia e impulsar las celebraciones  penitenciales y, a ser posible, que no coincidan con la Eucaristía.

4.2      Crear y apoyar equipos de “atención” a los enfermos que  ofrezcan compañía, oración, seguimiento, en línea con lo que la Delegación de la Salud sugiera, y apoyados en los materiales que dicha Delegación proponga. Dar a conocer y fomentar el día del enfermo y las formas comunitarias del sacramento de la Unción.

4.3      Preparar adecuadamente el sacramento del matrimonio. La Delegación de Familia y Liturgia han de poner a disposición materiales para:

  • mantener cursillos preparatorios en los arciprestazgos,
  • preparar adecuadamente la celebración con los novios,
  • realizar con dignidad la celebración y, sin menos cabo de la libertad de los contrayentes, dando prioridad a las parroquias de origen.

4.4     Continuar con la Escuela de Animadores Litúrgicos y de Pastoral, ofreciendo cursos a modo de formación permanente.

5.- Oración.

5.1      Potenciar centros de espiritualidad en monasterios, donde se enseñe y se potencie la dimensión orante.

5.2      Que los monasterios ofrezcan tiempos abiertos y regulados de oración para la participación de los fieles.

5.3      Cuidar el encuentro de mes del Arciprestazgo como un tiempo y un lugar especial para la oración silenciosa y comunitaria, “de la vida y desde la vida”.

5.4      Crear, planificar o potenciar grupos de oración donde se busque un mayor conocimiento e interés por la oración litúrgica de la Horas (Laudes, Vísperas) y por la oración bíblica (Lectio divina).

5.5.     Nuestras comunidades necesitan presbíteros orantes que escuchen al Señor y escuchen el latido de la vida de nuestras gentes. Oración que vaya del Padre a los hermanos. Apostar por la “oración apostólica”.

  • Es necesario ir creando espacios de oración y celebración, además del templo:
  • En la calle y en conexión con lo que sucede en la vida (ante un desastre humano muy importante: espacio con velas, flores…)
  • En los hogares, ya sea para generar y potenciar la fraternidad, ya sea ante la enfermedad, o discapacidad; como pueden ser sencillas celebraciones de la Palabra.
  • Esta primera aproximación a “La Celebración” está inspirada en el magisterio hablado y escrito deMarcelino Legido. In memoriam y agradecimiento.