Hermana Inmaculada: “Es algo que he anhelado siempre, desde que entré en el Convento”
Las MM. Agustinas recibieron la visita de Mons. Jesús García Burillo y del Vicario General, Tomás Muñoz, también se encontraban en el convento la Madre Federal de Sevilla, la Madre Priora de Jerez y el Padre Asistente de Castilla
Reciben a todo el que llega a su casa con alegría y mucha dedicación y aunque no se trata de una cuestión de carisma, son conscientes de este hecho porque “siempre nos dicen que mostramos mucha alegría, mucha acogida y fraternidad que es lo principal para nosotras como Agustinas”, manifiesta Sor Rita, la superiora del Convento de las Madres Agustinas en San Felices de los Gallegos.
El motivo de alegría es ahora mayor pues la hermana Inmaculada realizará la Profesión Solemne el 10 de febrero, justo el día en el que sale a luz esta publicación diocesana.
Los días previos reconocía sentirse “un poquito nerviosa pero también con mucha alegría porque voy a entregarme totalmente a Dios y él va a ser mi esposo y yo su esposa. Es algo que he anhelado siempre, desde que entré en el convento, cuándo iba a llegar este momento. Doy gracias por todo y ojalá que esa entrega definitiva sea para siempre”.
Diez días antes de dar el paso definitivo, la profesa entró en ejercicios en los que no se mantiene contacto con nadie, “hay que tener silencio interior y exterior para poder escuchar a Dios, para interiorizarse y discernir bien lo que quiere Dios de mí. Si me pongo en contacto con la gente y ya tengo ese ruido no voy a poder escuchar bien a Dios. Son momentos y días, exclusivamente, para interiorizarse una, para estar más con el Señor”, aclara Inmaculada, que llegó hace nueve años a este convento procedente de Kenia y desde entonces “el tiempo ha pasado rápido, casi ni me he enterado”.
La vida en el convento está muy bien planificada y a las 6:30 horas amanece para las 12 monjas que viven en esta casa, cuatro de ellas ya muy mayores y con limitaciones. A partir de ahí, no hay momento para la distracción pues se sucede la visita al coro, “para alimentar el alma y tener la fuerza de Dios que encontramos en la oración y poder seguir con el día”. Otros apartados perfectamente delimitados son la oración personal, los oficios de lectura, laudes, el trabajo en la repostería, costura y limpieza; la atención a las hermanas enfermas o el momento para parar y meditar. “A las tres de la tarde tocamos el silencio riguroso que es para recogerse, para meditar una sola después de estar toda la mañana trabajando, en este momento dialogamos con Dios”. Su rutina continúa con la lectura, el estudio, la música, vísperas, misa y el rosario. También cada día la comunidad realiza una lectura en común que después se comenta.
Inmaculada se imagina que el día de su profesión acudirá mucha gente a acompañarla físicamente pero también “sé que otros que no van a estar aquí me van a tener siempre presente en la oración, ese día va a orar mucha gente por mí”.
La superiora concluye esta charla con el deseo de que surjan más vocaciones, necesitamos más porque algunas hermanas son muy mayores, necesitamos juventud que nos traiga alegría, que la comunidad siga creciendo para que el convento siga en pie”. Sus palabras llegan desde el convencimiento: “Hay que tener confianza, ha habido tiempos peores y lo hemos remediado. Nos ponemos en manos de Dios y lo que él quiera”.