El delegado de Misiones de la Diócesis, D. José María Rodríguez-Veleiro, y Dña. Mar Manzano, miembro del equipo de este Delegación, han recibido la visita de la misionera Dña. Isabel Velasco, con la que tuvieron la oportunidad de compartir un rato de charla y cambiar impresiones. En la actualidad, Isabel está destinada en Avignon (Francia), pero también ha desempeñado su tarea en Argentina y Rusia.
Es originaria de Ciudad Rodrigo y explica que sintió la primera llamada del Señor desde muy joven. «A los 12 años ya tenía un gran deseo de Dios, atraída por la lectura de la vida de santos y por los testimonios maravillosos de personas creyentes que me han rodeado desde muy pequeña. En particular, Pilar e Iluminada Hernández Santos, mis tías abuelas mirobrigenses como mi madre, que tanto marcaron mi infancia».
Relata que en su adolescencia, «dejé esos deseos un poco de lado». Brillante en sus estudios, entró en la universidad para hacer una Ingeniería de Telecomunicación en Madrid, y «tenía el proyecto de casarme, con mi novio que era un chico estupendo, compañero de estudios. En medio de esto, Dios vino a buscarme, “rompió mi sordera”, como dice San Agustín, y me mostró claramente que el camino que quería para mi era que me consagrara completamente a Él, en cuerpo y alma».
Así «mi vida ha transcurrido, yendo tras sus pasos, y encontrando en Él, mi compañero de vida, mi Señor y mi todo. Seguir al Señor es la cosa más grande que he podido hacer en mi vida. Su amor, su Misericordia, su Verdad son lo mejor que uno puede buscar y querer aquí abajo. “Nada ni nadie nos puede separar del Amor de Dios”, ni nuestra fragilidad, ni el sufrimiento, la enfermedad, la muerte, e incluso nuestro pecado, tampoco el pecado, si nos convertimos a El, humildes y dejándonos perdonar por El, puede separarnos de su Amor infinito».
Ha vivido en estos 25 años de vocación misionera en España, Rusia, Italia, donde fue a estudiar, Argentina y ahora Francia, siempre al servicio del Evangelio de Jesús, y de nuestra Madre la Iglesia. «Creo que Dios, que es Padre, y providente por ello, no nos abandona, y en este tiempo de sufrimiento para muchos : enfermedad, pobreza, angustias, miedos, soledad… me llama, con mi comunidad, y con la Iglesia a servir a todos los hombres que Dios ponga en mi camino, para hacer presente su Amor por todos».
Agradece a don Chema, «este sacerdote con corazón misionero, que cada vez que vengo a Miróbriga, me acoge con tanto cariño. Que Dios os bendiga a todos», concluye.
En relación a su congregación explica lo siguiente:
¿Quiénes somos? ¿Cuál es nuestro carisma?
La Familia Misionera Diálogo de Dios es una Comunidad misionera, fundada en Avignon (Francia) el 25 de marzo del 2006, por un sacerdote valenciano y un primer grupo de misioneras.
Sus miembros se consagran a vivir en diálogo continuo con Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo y a introducir a todas las personas en el diálogo que Dios quiere establecer con ellos. Respondemos con ello a la llamada de la Iglesia en el Concilio Vaticano II, que refiriéndose a la dignidad de la persona humana dice que: «La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador» (GS 19,1). Esa es nuestra vocación, ayudar a todas las personas a descubrir a Dios vivo en su vida, dirigiéndoles su Palabra pronunciada en lo más profundo de su conciencia, dirigida al corazón.
Pablo VI en su Encíclica “Ecclesiam suam” ha inspirado también la fundación de esta Comunidad. Allí el Papa habla de la misión en el mundo contemporáneo, y es un texto que sigue siendo tremendamente actual. Dice así: “La Iglesia debe ir hacia el diálogo con el mundo en que le toca vivir. La Iglesia se hace palabra; la Iglesia se hace mensaje; la Iglesia se hace coloquio” (ES 34).
Pero como dice el Papa allí, para que nuestra misión, nuestro diálogo con los demás sea fecundo, necesitamos estar anclados en una profunda vida orante : “para comprender qué relación debamos nosotros, esto es, la Iglesia, tratar de establecer y promover con la humanidad, hace falta que tengamos siempre presente la inefable y dialogal relación, ofrecida e instaurada con nosotros por Dios Padre, mediante Cristo en el Espíritu Santo” (ES 36).
Por ello, una gran parte de nuestras jornadas están dedicadas a la oración, a la meditación de la Palabra (lectio divina), a la celebración de la Santa Misa y al estudio de la Teología (todos los miembros estudian al menos el Bachillerato canónico), y la practica del anuncio de la Palabra.
Es así como nuestra misión puede definirse como una consagración a la “oración y al ministerio de la Palabra” (Hch 6,4), como los apóstoles de Jesús.
¿Quiénes formamos esta comunidad?
Entre los miembros hay sacerdotes y laicas consagradas en pobreza, castidad y obediencia, así como matrimonios y personas no célibes que viven el mismo espíritu de consagración a la oración y al anuncio en su estado de vida. Y nuestra misión se inscribe en el corazón de las diócesis concretas donde nos encontramos, al servicio de la formación de seminaristas y laicos, en parroquias, en la enseñanza católica, etc.
La pertenencia a la comunidad se hace en círculos concéntricos, donde cada uno encuentra su lugar en diferentes grados de pertenencia, y respetando la especificidad de cada uno. Los sacerdotes, en su sacerdocio diocesano; las laicas consagradas, con votos pronunciados en presencia del obispo, después de haber realizado dos años de noviciado y pronunciados solemnemente a los cinco años de la primera profesión; y los matrimonios y laicos no célibes en un compromiso renovado anualmente.
¿Dónde estamos?
Actualmente la Comunidad está implantada en diferentes países. En Francia (Avignon, Pertuis y Estrasburgo), en Italia (Milán) y en Líbano (Beyrut). Y en EEUU, en septiembre 2019 una nueva casa fue abierta en el estado de Ohio (Columbus). Proyecto que a causa de la covid-19 nos hemos visto obligados a dejar en pausa por ahora.